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Historia

Una joya del modernismo levantada en 1906

El arquitecto Pere Falqués i Urpí diseñó el edificio Palauet en los Jardinets de Gràcia, un exponente del modernismo clásico. Destacan los esgrafiados de mariposas y tréboles, balcones sinuosos con barrotes de hierro forjado, los 57 techos catalogados, una impresionante lámpara con espejos y otras lámparas centenarias, además de un ascensor de época.

El Palauet, un edificio modernista situado en el número 113 del Paseo de Gracia en Barcelona. Cuya historia alberga una verdadera historia de amor jamás desvelada. Un proyecto del arquitecto Pere Falqués i Urpí, realizado en el año 1906, mismo año en que diseñó las farolas del Paseo de Grácia conocidas como Bancs-Fanals.
Anteriormente se llamaba Casa Bonaventura Ferrer, nombre en homenaje a los propietarios de esta prestigioso edificio.

En aquél entonces las familias solían ser grandes y de estructura jerárquica, con el padre/abuelo como cabeza de familia y proveedor principal. Josep Matheu Mercader, padre de la familia en cuestión, una de las familias más representativas del sector textil, comerciantes de renombre de la ciudad condal, quienes pertenecían a la conocida y reputada burguesía catalana.

Él y su esposa paseaban con frecuencia por Paseo de Gracia, la cuna de tiendas de lujo; desde boutiques de alta costura hasta marcas de moda de renombre mundial. Este tradicional paseo finalizaba en la cúspide de Paseo de Gracia con Avenida Diagonal, justo delante del actual Palauet. Donde Doña Bonaventura Ferrer se paraba a admirar la majestuosa fachada arquitectónica. En silencio, soñando despierta imaginándose en lo alto de los balcones modernistas y admirando las mejores vistas de la ciudad.

Un buen día, Josep Matheu protagonizó uno de los actos de amor más románticos y anónimos a día de hoy, cuya historia se desveló en un pergamino escondido en el propio edificio donde narraba los detalles en forma de poesía. Don Josep compró el admirado edificio para regalárselo a su mujer, y lo bautizó como "Casa Bonaventura Ferrer”, en honor al inmenso amor que sentía por su esposa.

A partir de ahí, la pareja se mudó al prestigioso edificio con sus tres hijos: Josep, Magín y Joan Matheu y Ferrer. En ese momento su posición social escaló a un siguiente nivel, ya que sus actividades comerciales se proyectaron nivel el internacional. La família reformó la mitad del edifico en 6 exclusivas y majestuosas Royal Suites: una para cada miembro de la familia, y una sexta, la 1906, se convirtió en un espacio íntimo familiar donde alojaban a los clientes que viajaban a la ciudad condal para comprar sus exclusivas telas y tejidos.

Convirtieron el edificio en un palacio de ensueño, con enormes espacios como salas de exposiciones para los comerciantes, cientos de olores y piezas arquitectónicas únicas, espejos y vidrieras que hipnotizan, y un sinfín de rincones secretos con historias de amor jamás desveladas.